martes, 19 de abril de 2011

LOCUTORIOS MOVILES EN LA PUERTA DE LA UNIVERSIDAD JOSÉ FAUSTINO SÁNCHEZ CARRIÓN.

El uso de la tecnología va de la mano con el desarrollo de un determinado lugar. En la ciudad de Huacho la Universidad Nacional es el combustible con que avanza la economía local porque genera muchas fuentes de trabajo como los colectivos- que movilizan básicamente a estudiantes universitarios-, vendedores ambulantes, las cabinas de Internet y los locutorios móviles que han irrumpido en las afueras de la Universidad.

Los locutorios son un nexo entre las personas con sus amigos y familiares; esto lo saben sus dueños que compran minutos para ponerlo a disposición de los usuarios. Por eso es importante saber la ubicación dónde se concentra gran cantidad de personas; de ahí que el campus universitario de la ciudad comienza a vislumbrarse como un punto estratégico. La clave de este negocio es ofrecer llamadas telefónicas a los universitarios que ingresan y salen de clases, sin considerar que a veces no lo desean.


Este fenómeno muchas veces genera estrés en los estudiantes quienes llegan apurados- ya sea porque se demoró el colectivo o porque salieron tarde de casa- abrumados de trabajos o con preocupación por algún examen; a esto se le suma el molestoso ruido ocasionado por el claxon de los carros. En la puerta te espera un vigilante que te pide documentos de identificación para que puedas ingresar; junto a él están las señoritas que te ofrecen llamadas adivinando que elegirás: claro, movistar, nextel o fijo; y aunque es más accesible porque está cerca y no es necesario salir de la Universidad, hay quienes prefieren los locutorios de cabina cerrada.


A comparación de los locutorios móviles, los jóvenes que acuden a una cabina cerrada pueden controlar el límite de tiempo con los visores y ver cuanto de crédito han consumido en su llamada, lo cual les quita el peso de encima de estar controlando si se paso o no del minuto y si tendrá que pagar un sol más por el segundo que se demoró en colgar. Otro motivo por el que algunos prefieren caminar un poco más para llamar desde una cabina cerrada es la privacidad y comodidad que no se da en las afueras de la Universidad por los gritos de los ambulantes, los carros y demás transeúntes no permiten escuchar claramente y terminan pagando por algo que no les satisfació.

En cuanto a las tarifas que cobran podríamos ahondar como un punto aparte al margen de los gastos de alquiler y de personal que tiene que pagar un dueño de un locutorio porque está comprobado que es un negocio rentable y más aún si su público está concentrado en un determinado lugar, de lo contrario no serían tantas las señoritas que ofrecen llamadas peleando con sus compañeras por ganarse un cliente más. Lo que a veces suele pasar y que va en contra de los bolsillos de los jóvenes universitarios es que se tiene que pagar cincuenta céntimos más por un segundo que se pasó del minuto tarifado. El abuso es claro y la pereza – si es que no hay problema en salir y se tiene el tiempo suficiente para caminar- por parte de los estudiantes también.

Todo sería diferente si se cobrará lo justo y se ordenará de una mejor manera la ubicación de estas señoritas que sólo ofrecerían el servicio de llamadas si los estudiantes universitarios lo requieren. Es primordial que haya cierta familiaridad entre quien está de cara al público y los clientes, ya que permite fidelizar a la clientela y convertirse en un centro de reunión.


Debo dejar en claro que estoy de acuerdo con que estás personas trabajen y formalicen su situación laboral porque quizá muchas de ellas son madres solteras, personas con discapacidad, amas de casa o estudiantes como también fui yo; pero, deberían de ser capacitadas como cualquier otro trabajador formal dentro de una empresa para ayudar a tener una ciudad más ordenada, con personas saludables en el aspecto cultural y que aporten para el bienestar de la sociedad. No creo haber exagerado un tema del que yo fui parte y con el que me siento identificada porque lo percibí día a día en las afueras de mi casa superior de estudios.

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